Juan Carlos nos brindó un trato exquisito ya antes de nuestra llegada contactando con nosotros en los días previos, una vez allí fue un anfitrión maravilloso. El alojamiento está en un lugar con mucho encanto, con su finca llena de manzanos, el hórreo, el cruceiro y la capilla. Nuestra habitación era maravillosa, enorme, tenía jacuzzi, decorada con un gusto excepcional, al asomarnos por la mañana a la galería parecía que estábamos metidos en un cuento. El desayuno gurmet con productos delicatessen era inmejorable, la tarta de bizcocho de la madre de Juan Carlos estaba buenísima. Un sitio excepcional.