Hospitalidad y amabilidad desde el primer segundo. La recepcionista nos mostró las instalaciones del hotel a la vez que iba contándonos la historia de este, servicios del hotel y celebraciones que se daban allí entro otras cosas.
Disponía de un patio central con una fuente y una segunda planta.En este podías descansar, leer o meditar, sólo se escuchaba el agua de la fuente. La segunda planta disponía de camas que podías utilizar sin necesidad de dar un previo aviso de su uso.
La habitación era antigua pero muy cuidada, estamos hablando de un convento de ahí su antigüedad. Todo cuidado al más mínimo detalle.
En la habitación disponíamos de velas aromáticas para hacer más agradable nuestra estancia.
Un baño limpio y correcto, con todos los servicios que puede tener un baño. Los productos para la higiene personal son naturales con un aroma muy agradable y con propiedades beneficiosas para la piel.
Tanto los textiles de cama, alfombras y sillones como los de baño (toallas de cuerpo, manos, pies...) tenían una calidad óptima.
Reservamos para ir a cenar al salón, muy tranquilo y cómodo con un servicio atento y cercano. Comida "casera" con texturas, sabores y aromas exquisitos.
En la mañana desayunamos de nuevo en el salón y la calidad en el servicio y los alimentos seguía estando presente. Zumo natural recién exprimido, café recién hecho, (servido en cazos, espectacular), bollería artesanal, pan de pueblo... Impecable.
Mi mas sincera enhorabuena al hotel y servicio.